La clave que hace que cualquier cosecha prospere, o fracase, es que el sustrato donde se sostiene disponga de los valores nutricionales idóneos.

En el delicado proceso de la germinación, el uso de fertilizantes aumenta las posibilidades que una especie produzca su fruto

Desde el inicio del ciclo, y de forma muy concreta, ya puede incorporarse el abono. Por ejemplo, en el caso de las plántulas recién germinadas, estas tiene una exigencia de nitrógeno (N), fósforo (P) y potasio (K) sutiles que hay que aplicar en pequeñas dosis.

Como ocurre siempre en el mundo del abonado, es necesario tener muy en cuenta las dosis a aplicar en cada suelo, y dependiendo de las especies, ya que un exceso de nutrientes no se traduce en un mejor crecimiento de las plantas.

El abonado contribuye a que la planta se desarrolle de forma saludable y vigorosa para alcanzar su fase adulta en el tiempo apropiado

Es interesante en esta fase trabajar con abonos de arranque, como por ejemplo 5-15-3.

Con el objetivo final de optimizar y fortalecer el crecimiento de nuestro cultivo de cereales, desde Agroferti recomendamos el uso de abonos líquidos nitrogenados con azufre, como el Nitro Azufre N-24+8SO3 o el N-26+7SO3 ambos compuesto por los 3 tipos de nitrógeno: nítrico amoniacal y ureico.

En aquellas parcelas en las que no se ha aplicado fertilizante en el momento de la siembra se recomienda la aportación de abonos NPK de aplicación única como el Fertisol N 15-5-5 o el Fertisol N 18-4-6.

Por otra parte, a lo largo del proceso de abonado, hay que asegurar que la influencia del fertilizante no perjudique a los cultivos por factores como la climatología.

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